I.
-Al final de mi lectura y meditar en Paraíso XXXIII, Herr Rainer, intuyo
inevitable un propósito entorno a mi propia experiencia. Aquí mi conclusión. Yo
lector, guiado por Dante, hice mío el recorrido en cada escena humana del
pasado, presente, y quizás del futuro (no lo sé). Me vi a mi mismo niño, adulto
a la mitad de mi vida y, despojado de todo, algo más que un viejo asistido por el
Amor y la Belleza. Conmovido yo por los sufrimientos del poeta, resultó que me
vi reflejado en su propia impotencia y temor debido al acoso de esas tres
feroces bestias, ahora mis propios obstáculos, que repentinos impedían al pobre
huir desde una oscura y enmarañada selva salvaje, precisamente allí donde se
hubo extraviado, porque tentaba con resolución el sendero y la montaña de su
propia redención, bajo la luz del primer planeta que lo guiaría hacia la Virtud
que espera allí encontrar. El miedo acrecentado cierra el paso hacia ese camino
de ascenso. La providencia divina lo socorre en amparo porque el poeta ha sido
recordado. El cielo y la indescriptible belleza de una donna angelicata han
intercedido para encomendar un camino guiado por la Razón en la persona de
Virgilio, el amado mentor, y así asegurarle el viaje a la Luz. Será la ruta por
el infra-mundo de oscuridad, la oscura dirección por donde tendrá que llegar
hasta las gloriosas esferas celestes… y allá en la suprema gloria lo esperan.
Por humilde y perseverante una corona de honra le estará asegurada, por bondad
inmerecida...
Introducirme en el largo poema fue inevitable, Herr Professor. La
empatía y el reflejo sensorial me trajo al recuerdo episodios de mi corta vida.
No es esta, acaso, una bellísima alegoría de nuestro propio ideal, más allá de
un simple poema renacentista del medioevo?
-Interesante su experiencia con esta lectura, Herr Luis. Coincide su
sentir en algunos aspectos con la percepción común que amantes y exégetas
dantianos le tienen a este poema alegórico. El ideal del medioevo renacentista
empieza así a despertar conciencias salvadas del oscurantismo. El efecto usted
mismo lo ha vivido. El hombre de buena voluntad quiere luz, intenta buscarla a
tientas. A usted lo ha sensibilizado el desamparo que siente Dante al verse
extraviado, la angustia y el miedo propios de un extraviado. Aquella
inseguridad resulta ser hija de la ignorancia carnal, de la ausencia de luz y
de fe. Dante, ser finito, carnal y sensible –poeta por sobre todo-, objeto de
misericordia, conmueve al lector y al Amor y a las más amadas, quienes
persuaden a la Razón para ofrecer guía al hijo extraviado, asustado,
desamparado. Apelan astutas a esa predilección de discípulo por su amado
mentor. Necesita ahora de una ruta segura hacia su objetivo celestial. El
camino largo que los empuja cruza el umbral de la desesperanza, para avanzar en
descenso por el mundo más sensible que puede existir, la primera estación, la
más dolorosa, donde reina la percepción viva de lo perecedero y mortal: la
desesperanza, la vida inútil que devino en muerte y maldición. Dante poeta
testimonia la condena justa, en el tránsito del hombre a lo largo de la vida
alejada del rostro de Dios. Se refleja en cada experiencia de oscuridad, donde
los condenados siegan impotentes lo que sembraron. Buscan dialogar con este
vivo intruso acerca de la razón de sus tormentos. El poeta, reflejado en cada
uno, toma conciencia de la carne y sus deseos propios que pertenecen al mundo
de aquella oscuridad: su propia penumbra. Avanza tras los pasos de su venerable
Guía en descenso continuo, gradualmente en círculos más estrechos y por fuerza
de gravedad. Deberá llegar a la mismísima raíz de todo mal: el vértice del más
allá, los más bajos espirales de la fosa conífera que conducen a la helada
prisión donde ha sido confinado Dite...en el noveno y último círculo del Hades.
-Nada en este mundo de oscuridad es virtud, Herr Rainer, salvo la
empatía de Virgilio y las manifestaciones de divinidad que les abren puertas ante
cualquier dificultad...
-De la sensibilidad de ambos poetas, uno que guía y otro que testimonia
todo lo que puede en primera persona, llegan a la mitad del mundo para ascender
rumbo a lo universal y plural: la esperanza que yo llamo segunda estación.
Intuya usted en este instante, Herr Luis, una paradoja: desde Dite y a partir
de Dite, ambos, sin cambiar la dirección de sus pasos, -diestra a siniestra, o
de sensatez hacia el pecado-, experimentarán en el cinturón de Dite un cambio,
una condición invertida para el ascenso por el camino que lleva a la Montaña,
pero ahora de siniestra a diestra (desde el pecado hacia la sensatez). La
dirección y sentido de los caminantes es otro, imperceptible, desde aquí. El
avance desde este punto depende ahora de un obligado esfuerzo para el poeta
hombre, contra la fuerza gravitatoria de su propio peso. En estas dos primeras
estaciones, -descenso, luego ascenso-, Dante poeta, se apoyará humilde, y
ceñido por un junco, en la Docta Ignorancia que le permitirá proseguir hacia el
elevado cono de montaña empinada y opuesta a la fosa oscura de la primera
estación. Se ira “purgando” de humanidad en su ascenso, limpieza también de su
propia carne, de la concupiscencia. Note usted además otro detalle: la Razón
hasta aquí será el estímulo de su avance.
-Asombroso, ¡claro que sí! En el canto inicial Dante profesa admiración
enorme, como de hijo que se debe a un padre, a Virgilio. Pero, ¿apoyado en “la
Docta Ignorancia”, Herr Rainer?
-La aproximación al Ser Absoluto, el entender que todo lo sabido por él
mismo no es absoluto, porque nada en el universo plural es semejante entre sí:
todas las cosas creadas se aproximan a un modelo inicial que escapa al
conocimiento humano que es finito, porque se percibe que todas las cosas naturales
tienden a aproximarse hacia algo mayor. Por tanto, el poeta se conforma con la
ignorancia, es decir con el conocimiento de las limitaciones de su propio
entendimiento. La ignorancia es docta en ese sentido. Ya olvidó, acaso a
Nicolás de Cusa, Herr Luis?
-¡La premisa socrática de “saber que no se sabe”, con total certidumbre!
-Este deseo de saber el significado de todo el entorno natural resulta
ser la primera chispa que lleva a la voluntad sedienta de luz hacia la
comprensión. Mediante esta ignorancia docta, el poeta avanza y tienta más allá
de su propia limitación para concebir, sin precisión pero con certeza, un orden
de cosas que van más allá de sus débiles formas de conocer, determinadas por su
finitud.
-Lo veo claro, Herr Rainer: Dante quiere, a la mitad de su vida, salir
de la selva oscura y encuentra la ruta. El miedo lo paraliza y el Amor y la
Razón le brindan redención por otro camino: descenso y apego primero, luego
ascenso y desapego a la vez... el deseo y la voluntad asistidos por la
divinidad guiadora rumbo a la meta…
-Concisa su interpretación, Herr Luis. Acaba de describir un proceso
cognoscible de discípulo hacia su propia madurez espiritual. Ahora, cuando hay
que elevarse con la ayuda de la Docta ignorancia hacia el Ser Absoluto, Dante
se procura algo más elevado, ya no en mérito a su esfuerzo ni sapiencia, sino
por Gracia y revelación divina. Aquí abandona todo lo sensible: ¡desprecia el
valor de sus palabras y su mirada para trascender el significado de las cosas!
-Aquí el poeta latino deja al poeta florentino, y le concede la posta de
guía a la amada angelical revelada por Gracia o bondad inmerecida, rumbo a las
esferas donde a Virgilio no le está permitido entrar...
-Sehr gut. La Razón aquí, en la cima de la rigurosa disciplina y el
desapego que es esa cúspide de montaña imponente, culminó su propósito
conductor. La Belleza y El Amor toman la posta. El impulso no sólo será la
curiosidad por saber, sino el anhelo del querer: una fuerza más poderosa para
la voluntad madura. Aquí cambian dos cosas: la forma de su mirada y su propia
densidad corporal. El viaje sigue la misma dirección en ascenso anti
gravitacional, de siniestra a diestra, del apego al desapego, en espiral
ascendente por los Mundos de Aristóteles con destino a lo Absoluto...
-El peso no existe, la razón tampoco, la mirada es la mirada de lo
Absoluto a través de la mirada de la amada...
-Sublime belleza que conduce a la Virtud Suprema, sin duda. Y es todo el
viaje una perfecta descripción de tiempo, donde después no habrá tiempo, cantos
unísonos transformados después en coros polifónicos, figuras concebibles por la
razón trascendidas todas en formas paradójicas… en fin: recursos del
entendimiento humano que trascienden a otros objetos mentales, rudimentos del
poeta para comprender en condiciones limitadas, y “ver” a través de ellos,
siquiera imperfectamente, al Ser del Amor Absoluto, siempre en un entorno
incomprensible, sostenido con el recurso de la fantasía y el poder de la
palabra: el Poema...
LS
20.08.2018
De las „Conversaciones con Herr Rainer”: „Las Tres Estaciones de la
Docta Ignorancia"